* Este texto tiene como base una propuesta redactada en su momento por Ángel Amaro e Isabel Álvarez, con las inestimables aportaciones de Israel Morales, para trabajo interno de ATTAC.
El lenguaje es un reflejo de la cosmovisión de una sociedad o un grupo concreto, un constructo social sujeto a una dialéctica política. En nuestro caso concreto, el lenguaje normativo es androcéntrico y heterocentrista, ejecutado como un instrumento fundamental para el mantenimiento de la sociedad patriarcal y capitalista en la que vivimos.
Utilizar
un lenguaje normativo, tal y como está planteado hoy en día, es
reconocer que lo legal es siempre ético y legítimo. El lenguaje
debe ser usado como un arma política de emancipación, un
posicionamiento claro ante injusticias patriarcales que deben ser
revertidas con feminismo y con conciencia de género. El
patriarcado es una de las estructuras que sustentan al capitalismo, y
este no puede ser derrotado si no se atacan y se deslegitiman sus
pilares fundamentales.
El
lenguaje inclusivo se define como la voluntad política de
visibilizar y reconocer públicamente a las mujeres y al colectivo
LGTBI en el lenguaje, así como a otros grupos minorizados,
igualmente subrepresentados por la condición patriarcal de nuestra
lengua.
La no
utilización del lenguaje inclusivo, como una herramienta para
revertir esa injusticia patriarcal global, es un posicionamiento
hacia la legitimización y perpetuación de las estructuras
existentes. “[...]la norma manda que el masculino sea un
término no marcado, es decir, que engloba a hombres y mujeres. Eso
es una sobrerepresentación, es decir, los hombres están
sobrerepresentados en el idioma y eso implica que las mujeres estemos
subrepresentadas.”1
Es injusto que se utilice la excusa de la economía del lenguaje
para invisibilizar los feminismos y el reconocimiento político,
social, cultural, etc., de la mitad de la humanidad. Esa misma
economía que se usa para decir “mujer abogada” o “la mujer que
va a ocupar el cargo de presidente”2
o, incluso, “fútbol femenino” para diferenciarlo del “fútbol”,
que se juega igual pero es un deporte de hombres.
“Nombrar
es un acto de respeto, de reconocimiento, de amor. Ponemos nombre a
nuestras hijas e hijos antes de nacer porque les damos cuerpo, les
hacemos reales. Borramos nombres de gobernantes infames para no
reconocerles, o damos sus nombres a calles y plazas para ensalzarles.
Desde la antigüedad se borra de las estelas y los libros a los
generales que perdían las grandes batallas como una forma de
deshonor. Sabemos que prohibir una lengua en un territorio es un acto
de invasión y despotismo. Y sin embargo, cuando se trata de
nosotras, que no estemos, que no se nos nombre, que no aparezcamos,
que se nos ignore e invisibilice se hace pasar por natural. Pero no
lo es. Es una imposición. Es un crimen de lesa humanidad, contra la
mitad de la humanidad. Ni más, ni menos.”3
Ser
vanguardia de la política popular, crítica, emancipadora y
transformadora, nos lleva a reflexionar cómo el lenguaje
invisibiliza, estigmatiza y cosifica. Debemos asumir un compromiso
real con la deuda histórica que tenemos hacia la mitad de la
población, que ha sido obviada y no reconocida por instituciones
académicas y científicas, como la Real Academia de la lengua
Española (RAE)4,
entre otras.
Además,
hay mecanismos suficientes para que los textos no parezcan
reiterativos y farragosos, y por tanto permitan una comunicación
fluida y eficaz entre quien emite el mensaje y quien lo recibe.
Para ello, en una gran mayoría de casos, existen términos que son
realmente neutros (ej. ciudadanía, personas, estudiantado, etc.) y
comunes en el lenguaje. Casi no es necesario que se haga un
desdoblamiento de género, y cuando se hace no queda repetitivo.
Cuando se hace referencia habitualmente a grupos de control o lobbies
económicos o políticos (ej. banqueros, políticos, ladrones, etc.),
se utiliza el masculino, incluso en el lenguaje inclusivo, ya que
sirve para enfatizar que el sujeto político y económico que oprime
es patriarcal, y por tanto masculinizado.
Por
todos estos motivos, creemos que la utilización del lenguaje
inclusivo es irrenunciable y permite a cualquier organización
avanzar hacia una sociedad emancipada e igualitaria. Posicionarnos
como una organización feminista y no hacer uso de esta herramienta
sería una contradicción bastante grave.
1 Yadira
Calvo: http://literofilia.com/?p=21019
2 Idea
de María Martin Barranco.
3 María
Martín Barranco.
4 No
hay más que echar un vistazo a algunas acepciones de la última
actualización. Feminidad está definida en su segunda acepción
como el “estado anormal del varón en el que concurren uno o
varios caracteres sexuales femeninos”. Es curioso comprobar como
Masculinidad no tiene ninguna acepción parecida, sino que solo
tiene una “Cualidad de masculino”.
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