1 abr 2015

El lenguaje como herramienta política del feminismo

* Este texto tiene como base una propuesta redactada en su momento por Ángel Amaro e Isabel Álvarez, con las inestimables aportaciones de Israel Morales, para trabajo interno de ATTAC.



El lenguaje es un reflejo de la cosmovisión de una sociedad o un grupo concreto, un constructo social sujeto a una dialéctica política. En nuestro caso concreto, el lenguaje normativo es androcéntrico y heterocentrista, ejecutado como un instrumento fundamental para el mantenimiento de la sociedad patriarcal y capitalista en la que vivimos.

Utilizar un lenguaje normativo, tal y como está planteado hoy en día, es reconocer que lo legal es siempre ético y legítimo. El lenguaje debe ser usado como un arma política de emancipación, un posicionamiento claro ante injusticias patriarcales que deben ser revertidas con feminismo y con conciencia de género. El patriarcado es una de las estructuras que sustentan al capitalismo, y este no puede ser derrotado si no se atacan y se deslegitiman sus pilares fundamentales. 

El lenguaje inclusivo se define como la voluntad política de visibilizar y reconocer públicamente a las mujeres y al colectivo LGTBI en el lenguaje, así como a otros grupos minorizados, igualmente subrepresentados por la condición patriarcal de nuestra lengua.

La no utilización del lenguaje inclusivo, como una herramienta para revertir esa injusticia patriarcal global, es un posicionamiento hacia la legitimización y perpetuación de las estructuras existentes. “[...]la norma manda que el masculino sea un término no marcado, es decir, que engloba a hombres y mujeres. Eso es una sobrerepresentación, es decir, los hombres están sobrerepresentados en el idioma y eso implica que las mujeres estemos subrepresentadas.”1 Es injusto que se utilice la excusa de la economía del lenguaje para invisibilizar los feminismos y el reconocimiento político, social, cultural, etc., de la mitad de la humanidad. Esa misma economía que se usa para decir “mujer abogada” o “la mujer que va a ocupar el cargo de presidente”2 o, incluso, “fútbol femenino” para diferenciarlo del “fútbol”, que se juega igual pero es un deporte de hombres. 

“Nombrar es un acto de respeto, de reconocimiento, de amor. Ponemos nombre a nuestras hijas e hijos antes de nacer porque les damos cuerpo, les hacemos reales. Borramos nombres de gobernantes infames para no reconocerles, o damos sus nombres a calles y plazas para ensalzarles. Desde la antigüedad se borra de las estelas y los libros a los generales que perdían las grandes batallas como una forma de deshonor. Sabemos que prohibir una lengua en un territorio es un acto de invasión y despotismo. Y sin embargo, cuando se trata de nosotras, que no estemos, que no se nos nombre, que no aparezcamos, que se nos ignore e invisibilice se hace pasar por natural. Pero no lo es. Es una imposición. Es un crimen de lesa humanidad, contra la mitad de la humanidad. Ni más, ni menos.”3

Ser vanguardia de la política popular, crítica, emancipadora y transformadora, nos lleva a reflexionar cómo el lenguaje invisibiliza, estigmatiza y cosifica. Debemos asumir un compromiso real con la deuda histórica que tenemos hacia la mitad de la población, que ha sido obviada y no reconocida por instituciones académicas y científicas, como la Real Academia de la lengua Española (RAE)4, entre otras.

Además, hay mecanismos suficientes para que los textos no parezcan reiterativos y farragosos, y por tanto permitan una comunicación fluida y eficaz entre quien emite el mensaje y quien lo recibe. Para ello, en una gran mayoría de casos, existen términos que son realmente neutros (ej. ciudadanía, personas, estudiantado, etc.) y comunes en el lenguaje. Casi no es necesario que se haga un desdoblamiento de género, y cuando se hace no queda repetitivo. Cuando se hace referencia habitualmente a grupos de control o lobbies económicos o políticos (ej. banqueros, políticos, ladrones, etc.), se utiliza el masculino, incluso en el lenguaje inclusivo, ya que sirve para enfatizar que el sujeto político y económico que oprime es patriarcal, y por tanto masculinizado.

Por todos estos motivos, creemos que la utilización del lenguaje inclusivo es irrenunciable y permite a cualquier organización avanzar hacia una sociedad emancipada e igualitaria. Posicionarnos como una organización feminista y no hacer uso de esta herramienta sería una contradicción bastante grave.

2 Idea de María Martin Barranco.
3 María Martín Barranco.
4 No hay más que echar un vistazo a algunas acepciones de la última actualización. Feminidad está definida en su segunda acepción como el “estado anormal del varón en el que concurren uno o varios caracteres sexuales femeninos”. Es curioso comprobar como Masculinidad no tiene ninguna acepción parecida, sino que solo tiene una “Cualidad de masculino”.

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